El jardín
El tren de levitación magnética cortaba el paisaje sumido casi en el más absoluto silencio. Los bosques, los campos dorados por el otoño y los refulgentes lagos se deslizaban raudos del otro lado de la ventana, dejando en las retinas de Alhanna fugaces impresiones de color amarillo, verde, pardo y azul. Apenas se distinguían formas, sólo manchas cuyos tonos se entremezclaban los unos con los otros y, de cuando en cuando, el cegador reflejo de la luz del sol sobre el agua. El viento sin duda debía susurrar entre los árboles y sobre los campos, o deslizarse con un rumor sobre la superficie de las masas de agua que dejaban atrás, pero tampoco había sonido alguno a su alrededor, ni olores salvo el del suave ambientador que perfumaba el vagón con unas leves notas de arena caliente y salitre.