Microrrelato - La caída



        Hola de nuevo a todos.

        Hoy os traigo un nuevo microrrelato en el que estuve trabajando hará unos meses y que presenté a un concurso. Hoy han anunciado los seleccionados y no está entre ellos, así que os lo traigo aquí. En este caso trato el tema de la caída en el lado del "mal". Esa era al menos la idea original.

        Espero que os guste.


La caída

        Contempló su reflejo en la pulida superficie de plata, incapaz de reconocer siquiera las facciones que le devolvieron la mirada. Ojos hundidos, opacados por la desesperación y la soledad; dos pozos negros llenos de fría ira, si se atrevía a sumergirse a la suficiente profundidad. No lo hizo. Sabía lo que encontraría allí: traición y oscuridad. Todo lo que él había sido quemado y arrasado hasta no dejar en su interior sino cenizas y sangre seca.
        —Es lo único que queda de mí —le susurró al vacío que crecía dentro de él.
        Se miró las manos y, por primera vez en meses, no le temblaron con sólo recordar. Tampoco sintió la ya familiar náusea en la boca del estómago que había sido todo ese tiempo su constante compañera tras cada comida. Sin embargo, nada de todo eso le sirvió de consuelo.
        Estaba muerto por dentro desde aquella noche, era sólo que había tardado mucho en darse cuenta.         Ahora lo veía claro. En aquel espejo, en el reflejo de unos ojos y unas facciones que ya no veía como propias.
        Alargó una mano y acarició el perfil de la demacrada mandíbula que cubría la fría superficie del espejo.
        —Te pareces a él.
        Sus dedos temblaron y, con un súbito arrebato de ira, cerró la mano en un puño y la estrelló contra el espejo, haciéndolo añicos. Afiladas aristas de cristal se clavaron en su carne, mordiéndole la misma alma, y derramando su sangre sobre la mesa. Ni siquiera gritó.
        «Cuando lo mate no habrá marcha atrás, me habré convertido en lo que siempre odié. Pero él es el responsable de todo esto, no yo. Él me mató. Yo ya estoy muerto. Así que no seré yo quien lo mate. Será otro el que lo haga. El otro del espejo».
        Moviéndose como si estuviera sumido en un extraño sopor, el otro cogió el cuchillo que había entre las esquirlas rotas desperdigadas sobre la mesa y abandonó la habitación.

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